Los 10 Valores dehonianos

 

 


Introducción


En la historia del cristianismo podemos contemplar diversas “Espiritualidades”, de acuerdo a la lectura del mensaje evangélico, que han hecho diversos cristianos, cada uno en una época determinada y, hasta cierto punto, influido por ella. En este sentido se ha señalado que cada una de estas espiritualidades:
“acentúa determinadas verdades de fe, prefiere algunas virtudes según el ejemplo de Cristo, persigue un fin secundario específico y se sirve de particulares medios y prácticas de piedad, mostrando a veces notas distintivas características” (Ancilli, Diccionario de Espiritualidad, II,13).

Entonces, para poder contemplar los valores de la espiritualidad dehoniana, y admirarlos en su conjunto:
  1. Partimos de la lectura del Evangelio y nos dejamos iluminar por las espiritualidades paulina y joánica.
  2. En segundo lugar, debemos acercarnos a la historia de la Iglesia, para contemplar cómo ha ido surgiendo y desarrollándose nuestra espiritualidad. Para aproximarnos a ésto, ofrecemos algunas citas del Catecismo de la Iglesia Católica, del Concilio Vaticano II y del Documento de Aparecida.
  3. Luego de esta ubicación histórica, debemos proceder a leer las obras de León Dehon.

Al hacer esto, procuraremos conseguir, de la mano del Padre Dehon, un acercamiento peculiar al Evangelio y a la persona de Jesús y veremos hasta qué punto ese tipo de acercamiento tiene valor permanente y hasta qué punto su validez está condicionada por su época.

Esto nos ayudará a los dehonianos a vivir más auténticamente nuestra fe y posibilitará que con más fuerza espiritual anunciemos el evangelio a nuestros contemporáneos y les abramos las puertas para un encuentro con Cristo que transforme sus vidas. [+]

A continuación, los 10 valores dehonianos ordenados alfabéticamente.

1. DISPONIBILIDAD

(Oblación, Abandono, Vida de unión)

“Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Heb 10,5-10. Cf. Cst 53, 95).
“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38. Cf. Cst. 85c; CCE 2617)
El Padre Dehon decía: 

«¿No es lo propio de una víctima ponerse totalmente, sin reservas, sin resistencias ni preocupación a disposición de aquel a quien se ofrece? El abandono es como un resumen de las virtudes de la fe, la obediencia, la confianza y el amor. Aquel que cree en la Providencia de Dios, que se confía en su bondad, que lo ama y que obedece todas las manifestaciones de su voluntad, aquel practica la virtud del abandono. Este es el fondo de la vida de Nuestro Señor, como él testimonia de sí mismo, desde su primera palabra: "He aquí que vengo, para hacer, oh Dios, tu voluntad" [Heb 10,7; Sal 40,7], hasta su último grito: "En tus manos, oh Señor, encomiendo mi espíritu" [Lc 23,46]. Es la disposición del Sagrado Corazón de María, siempre dispuesto a gritar: "He aquí la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra" [Lc 1,38]. Este es el verdadero espíritu cristiano, como lo expresa nuestra oración diaria: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo" [cf. Mt 6,10].» (NTO 9140002 / 45)

Bandera dehoniana


2. FRATERNIDAD (Sean uno)

“Ámense unos a otros como los he amado yo” (Jn 13,34. Cf. Cst. 18-21).
“Éste es mi mandamiento” (Jn 15,12).
“Con paciencia sopórtense unos a otros en la caridad” (Ef 4,1-6).
"Amémonos mutuamente como Cristo nos amó" (Cfr. 1Jn 4,7-21; LG 42).
 
El Padre Dehon decía:

«Amémonos como Jesús nos ha amado, es decir, con generosidad, fidelidad, desinterés y, si hace falta, hasta el sacrificio de la vida. “Éste es mi mandamiento” [Jn 15,12]. Este es el mandamiento del Sagrado Corazón de Jesús. La caridad es paciente, ella es amable; ella no piensa en el mal y no lo hace; ella aborrece la ambición, la envidia y el egoísmo; es confiante y compasiva [Cf. 1 Cor 13,4]. Bienaventurados aquellos que son mansos, porque ellos ganarán todos los corazones. Bienaventurados aquellos que aman la paz, éstos son los verdaderos hijos de Dios.

La caridad no conoce diferencias de lenguas: “no hay judíos ni griegos” (Ga 3,28). Entre nosotros, las diferencias de nacionalidad no deben perjudicar la unión. La caridad perdona las injurias: "Padre, perdónalos" [Lc 23,34]. La caridad se inmola en la paciencia. Ella encuentra una ocasión de inmolación en las dificultades y los problemas de la vida comunitaria, en las contradicciones, en las penas que le causa el prójimo, en soportar los caracteres feos y desagradables. “Con paciencia sopórtense mutuamente en la caridad” (Ef [4,2]). “A la Paciencia, unan la piedad” [2P 1,6]. Si la caridad fraterna es siempre necesaria en la vida religiosa, ¿no lo es especialmente entre los amigos y discípulos del Corazón de Jesús? "Si alguno no ama a sus hermanos y pretende que ama a Dios, él miente", dice el apóstol San Juan [1Jn 4,20]. Esta virtud debe sernos especialmente querida. Se manifestará por todo tipo de atenciones, por la armonía y la paz en nuestras relaciones, por el soportarse mutuamente y la pronta solución de las diferencias que puedan surgir. Debemos formar, con el socorro de Nuestro Señor, un sólo corazón y una sóla alma en el Corazón de Jesús.» (NTO 9140002 / 14)
 

3. CONFIANZA FILIAL

“Pidan y recibirán” (Lc 11,5-13)


El Padre Dehon decía: 
«Tenemos necesidad de confianza, ésta es la fuente del abandono, tan necesaria para nuestra vocación. Necesitamos una confianza filial que no disminuya, incluso en las dificultades... ¿Podemos dudar de la bondad de Nuestro Señor, de su preocupación, de su misericordia? El que se hizo hombre por nosotros y murió por nosotros, ¿descuidará algo que pueda beneficiarnos? Él es para nosotros como una madre (Cf. Is 66,13).» (NTO 9140002 / 9)


4. EUCARISTÍA (Adoración)

“Vengan a mi” (Mt 11,28).
“He deseado comer ésta pascua con ustedes” (Lc 22,14-20; Cf. CCE 
1130, 1380) 


El Padre Dehon decía:

«Escuchemos las dulces invitaciones del Salvador. - “Tomen y coman -nos dijo el buen Maestro- este es mi cuerpo; tomen y beban, esta es mi sangre” [cf. Mt 26,26-27]. Proféticamente, la sabiduría divina nos dijo en el libro de Proverbios: "Coman mi pan y beban el vino que yo he preparado para ustedes" [cf. Pr 9,5]. El esposo del Cantar nos dice: "Coman, mis amigos, beban y embriágense, mis amados" [cf. Ct 5,1]. Isaías ha dicho: “Ustedes los que tienen hambre y sed, dense prisa, vengan y coman gratuitamente; vengan y tomen vino y leche” (Is 55,1). Y en Apocalipsis: "El Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y aquel que tenga sed venga, y todo aquel que quiera, reciba gratuitamente el agua de la vida” (cf. Ap 22, 17). (ASC 9/125)

Todas estas invitaciones urgentes se pueden escuchar desde la Eucaristía. “Vengan todos a mí - dice de nuevo el Salvador - sobre todo ustedes que sufren y que tienen dolor, y yo los reconfortaré” (cf. Mt 11, 28). Esto se extiende a toda asistencia divina, pero también a la Eucaristía. Vayamos al pan de vida. Vayamos a recibirlo espiritualmente y sobre todo sacramentalmente. Él nos fortalecerá. Él desarrollará en nosotros la vida divina, la vida espiritual, la vida de Jesús, el espíritu de Jesús, sus virtudes, sus sentimientos, sus disposiciones y sus obras.» (ASC 9/126)

También decía: «Ciertamente que Nuestro Señor ha querido retratarse a sí mismo bajo los rasgos del Buen Samaritano. Él ha querido revelarnos bajo esta parábola toda la bondad y la compasión de su Corazón. Y si fue el Buen Samaritano en su vida mortal, sembrando por doquier sus cuidados, sus consuelos, socorriendo y curando a todos los heridos y enfermos, no endureció su Corazón en la Eucaristía. Él está allí con la misma bondad, la misma ternura por los que sufren. Él dice de nuevo: "Vengan a mí todos ustedes que penan y sufren, y yo los aliviaré" [Mt ​​11,28]. Iré a él, le mostraré mis heridas, las heridas espirituales sobre todo. Él pondrá el aceite que suaviza y el vino que cauteriza. Él me aliviará, estoy seguro. Mira Señor, en qué estado me han reducido las tentaciones de la carne, del mundo y del demonio, levántame, cúrame.» (ASC 6/103)

Y además: «Y Jesús, a su vez, deseó esta pascua donde se comunicaría a nosotros (cf. Lc 22,15). Él desea aún ardientemente nuestras visitas, nuestras comuniones. Y nosotros, nos mantenemos tibios. Nuestra alma quiere y no quiere. Ella sólo tiene veleidades (cf. Pr 21,25). El Corazón de Jesús está entristecido. Él quiere que nuestra visita encienda en nuestros corazones el fuego de los santos deseos. Mi alma es esa Jerusalén descrita por Jeremías (cf. Lm 1), toda desolada, devastada, sin energías y sin fuerzas. Iré al tabernáculo para recibir los efluvios de la sabiduría y de la fuerza divina.» (ASC 6/95)


5. FIDELIDAD A LA GRACIA DEL ESPÍRITU (Santidad)

“Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá” (Lc 12,47-48).
“La voluntad de Dios es su santificación” (1 Tes 4,1-8; Cf. LG 39; CCE 2813).  


 El Padre Dehon decía:

«Es la correspondencia a la gracia divina que ha hecho los santos. Lo que los elevó a la gloria y al gozo en el reino de los cielos, fue esta correspondencia a la gracia y la conformidad a la voluntad divina. Aunque su manera de vivir, sus obras y sus sufrimientos, sus luchas y sus victorias han sido diferentes, todo ha sido solo el cumplimiento de la voluntad divina, la correspondencia a las gracias recibidas. Ellos se han vuelto más grandes en santidad y en perfección, según la medida de esta correspondencia y de esta fidelidad.

Cada uno de ellos comprendió en su interior y por la voz de sus superiores aquello que Dios pedía de ellos: su vocación, su misión, era extraordinaria, las gracias y los medios también eran extraordinarios. "A aquel a quien mucho se le ha dado, mucho se le pedirá también" [Lc 12,48]. La inspiración de sus actos de virtud, de sus obras heroicas, no viene de la naturaleza, ni del mundo, ni del demonio, sino del espíritu de Dios. Ha sido a éste impulso, a estas inspiraciones, al soplo del Espíritu Santo a lo que han prestado el oído. Ha sido a esta fuente que han sacado las luces necesarias para sus obras y para su santificación. “La voluntad de Dios es su santificación” [1 Tes. 4,3].» (DSP 338-339; Cf. ASC 1/61-62)


6. FIDELIDAD EN LAS PEQUEÑAS COSAS

“Bien hecho siervo bueno y fiel, porque en lo poco fuiste fiel...” (Mt 25,23-28)

El Padre Dehon decía:
«Jamás un hombre ha caído todo de golpe en pecados graves, jamás una vocación se ha perdido todo de golpe, sino que comenzamos con pequeñas infidelidades y terminamos con caídas profundas. Así hizo Judas, el traidor, el Evangelio nos relata que estaba escandalizado por el nardo esparcido a los pies de Nuestro Señor y que le hubiera gustado que le dieran el precio a los pobres. No dijo esto por el bien de los pobres, sino por ser un ladrón, él tenía la bolsa y tomaba lo que era arrojado en ella [cf. Jn 12,6-7]. Así, la inclinación desordenada y culpable que alimentaba en su corazón lo llevó poco a poco al crimen más infame, al sacrilegio más odioso y luego a desesperarse... ¿No se dice en el Evangelio: "Bien siervo bueno y fiel, porque en lo poco fuiste fiel..."? [Mt ​​25,21] Porque el servidor ha sido fiel en las pequeñas cosas, se le han confiado grandes cosas y toma parte en el gozo de su señor.» (NTO 9140002 / 27)


7. MARTIRIO (INMOLACIÓN)

“Sufro con Jesús por su Iglesia” (cf. Col 1,24; Cst. 24, LG 11, AA 16; CCE 307, 618, 793, 1657).
“Ofrézcanse como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Rom 12,1-3; Cf. Cst. 22, 81, LG 10; CCE 2031, 2520)


El Padre Dehon decía: 
«Sin duda, él podría haberlo hecho todo solo, pero quiso asociar nuestros corazones a esta obra de la Redención: “Completo lo que falta a la Pasión de Cristo” [Col 1, 24], dijo San Pablo; y nosotros podemos decir: “Completo lo que falta al Corazón de Jesús”. Así como por la gracia de la adopción, participamos de la naturaleza divina [cf. 2P 1,4], así por nuestra unión con Nuestro Señor, recibimos una comunicación del Corazón de Jesús.» (CAM 1/163)

Y escribía: «Jesús inmolado en sus miembros. - Somos bautizados en la cruz. Debemos morir con Jesús para resucitar con él (cf. Rm 8,17). Miembros de Jesucristo, debemos tener la misma suerte que nuestra Cabeza. Parecernos a él, esa es nuestra gloria. Él nos ha indicado el camino de la salvación, debemos seguirlo. “Les suplico -dijo san Pablo- hágan de sus cuerpos una hostia viviente, santa y agradable a Dios” (cf. Rm 12,1).» (ASC 3/6)
 
Y en su diario anotaba: «Me doy enteramente a mi Salvador. Me abandono todo a él para hacer todo lo que él quiera y convertirme así con él en una víctima agradable a su Padre [cf. Rm 12,1]. Lo imitaré por la vida interior, por la docilidad a la gracia, la aniquilación de Jesús Hostia y el don de él mismo a su Padre.» (NQT 6/156)




8. RENUNCIA (Abnegación)

“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo.” (Mt 16,24; Cf. AA 4; CCE 226, 736; DA 357; Cst. 41-44)
“Renuncien al hombre viejo que eran antes... y revístanse del hombre nuevo.” (Ef 4,21-24)
“Revístanse del Señor Jesucristo.” (Rm 13,12-14)
“Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.” (Gal 2,18-20; Cf. Cst 2b)
 

El Padre Dehon decía: 
«Llevar la cruz, ésta es la esencia de la vida cristiana. El cristiano es marcado con la cruz en el bautismo. Allí recibe la capacidad de llevarla. La llevará -dice el Salvador- o de lo contrario no será digno ya del nombre de cristiano, no será ya un verdadero discípulo de Cristo. Repitámoslo, se trata de la cruz diaria del deber cumplido, de la lucha contra las pasiones, de la mortificación prescrita o voluntaria, del soportar las cruces de la Providencia. No hay que hacerse ya ilusión. La vida cristiana tiene sus recreaciones honestas, tiene alegrías espirituales que a menudo son muy dulces; pero en general, no es ya una vida de placeres, una vida sensual, es una vida de penitencia y lucha.» (ASC 9/15)

También decía: «Cada uno debe tener cuidado al comienzo de sus obras de renunciar a todos sus sentimientos, a todas sus voluntades para entrar en las disposiciones de Jesucristo: “que renuncie a si mismo y que me siga” (Mt 16,24). Vivamos en completa religión con Dios, en completa justicia con el prójimo, en completa santidad con nosotros mismos, en completa sobriedad con las criaturas: "Renunciando a la impiedad y a los deseos del mundo para que vivamos en sobriedad, justicia y piedad en este mundo" (Tt 2, 12).» (VPR 138).

Además escribía: «Hay un período de purificación preparatoria. Debemos dejar todo lo que pone obstaculo a la vida interior: el pecado, los defectos naturales, las inquietudes y el amor propio: "Que renuncie a sí mismo" [Mt ​​16,24]. Viene enseguida una larga etapa de trabajo para adquirir la perfección y formarse en la virtud imitando a Nuestro Señor: vida de oración, lucha y de sacrificios, iluminada y sostenida por la meditación sobre los misterios de Nuestro Señor: “Que tome su cruz” [ibidem]. La contemplación de los misterios de la Pasión es una transición, conduce a una vida de unión y amor: "Que me siga" [ibidem]. ¿Quién no amaría al que vemos sufrir y morir por nosotros? Todos los caminos indicados por los maestros vuelven a estas tres etapas.» (VPR 170)

Y haciendo hablar a Jesús escribía: «Toma mi yugo; mi reinado es enteramente interior: “El Reino de Dios entre ustedes está” (Lc 17, 21). Consiste en desterrar de tu corazón todo otro espíritu que no sea el mío, en nada juzgar más que según mis máximas, en amar aquello que amo, en hacer aquello que yo deseo. Que tus pensamientos sean mis pensamientos: “Esto sientan en ustedes, lo que sintió en él Cristo Jesús” (Fil 2,5). Que tus palabras sean mis palabras: “Si hablan, que sean palabras de Dios” (1P 4, 11]). Quiero vivir en ti y hacerte otro yo mismo: "Revístanse del hombre nuevo - De Jesucristo revístanse” (Ep 4,24; cf. Rm 13,14; Ga 3,27]). Para eso, es necesario tener mis virtudes ante sus ojos y seguir en sus corazones mis inspiraciones.» (RSC 381; Cf. VAM 302)

Y en una de sus resoluciones se proponía: «¿Qué haré para reconocer tanto amor? Me entregaré a mi vez a Jesús. Me negaré a mi voluntad. Ya no viviré, Jesús vivirá en mí (cf. Ga 2, 20).» (RET 9170009 / 29)

Y meditaba así: «Jesús no recibe impulso más que de Dios su Padre: "Yo no hago mi voluntad, dijo, sino la de mi Padre". Nosotros no debemos recibir el impulso más que del Espíritu de Jesús. Él debe ser nuestro pensamiento, nuestra palabra, nuestras acciones, nuestros movimientos, nuestra alma, nuestra vida. "Ya no soy yo quien vive, es Jesús, es su espíritu, es su Corazón el que vive en mí" [cf. Ga 2,20]. Obediencia entera a Dios, dependencia sólo de él: ¡qué alcance y qué profundidad en estas dos palabras! Mi alma es llamada a entrar, a vivir, a desaparecer bajo Jesús y su divino Espíritu.» (CAM 3/147)


9. PREDILECCIÓN POR LOS POBRES

(Reparación, Misión, Apostolado, Servicio, Pastoral)

“Cada vez que lo hicieron con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicieron” (Mt 25,31-46; Cf. Cst. 28; AA 8; GS 27; CCE 544, 598, 678, 1033, 1397, 1825, 1932, 2443-2449, 2831)
"Me ha enviado a evangelizar a los pobres" (Lc 4,18; Cf. Cst. 28)

 
El Padre Dehon decía: 

«Nuestro Señor también nos enseñó por que medio podemos llegar al reino de Dios, a la felicidad eterna; es por la practica de la fe cristiana, ejerciendo la caridad hacia el prójimo. ¿No nos él dice: "Lo que habrás hecho al más pequeño de mis hermanos, me lo habrás hecho a mí..." [Mt ​​25,40].» (REV 0005703 / 6)

También decía: «El amor al prójimo está escrito en cada página del Evangelio. ¿Podría nuestro Señor hacer más para recomendarlo que decirnos que tomaría como hecho a sí mismo aquello que hacieramos por los más pequeños de entre los suyos? ¿No es sobre esta caridad que llevará sobre todo el juicio? “Tenía hambre y me diste de comer; Tenía sed y me diste de beber..." [cf. Mt 25,31-46s.].» (ASC 2/287; Cf. MSO 244)

Y proclamaba: «El pobre es el servicio del culto, es el niño que tiene derecho a la educación, es el necesitado que espera una ayuda.» (CSC 295, Cf. 266, 307, 343; RSO 2/11,70; RSO 6/67) «...los seres más débiles: la mujer, el niño, el esclavo, los pobres.» (Cf. RSO 5/30-34) «...los pequeños y los humildes, los pobres y los trabajadores.» (RSO 8/53; DSP 356; RSC 498, LCC 8090139 / 58; DIS 9050091 / 1-2) «La caridad en el corazón del cristiano es la amistad y la gratitud a Dios; es la unión con nuestros hermanos, es la beneficencia para los necesitados.» (DRD 22/1; Cf. MSO 213)  

Y repasando la historia de la Iglesia decía en un discurso: «Uno se atrevería a decir que el culto a los pobres se ha convertido en el carácter distintivo de la religión cristiana.» (DIS 9050088 / 18; Cf. DIS 9050091 / 14; CSC 403; RSO 1/52)

Y al clero decía: «La Iglesia debe sus cuidados a todos: "Yo me hice todo para todos" (1 Co 9, 22). Sin embargo, ella tiene un cuidado particular de los pequeños y de los humildes, de los pobres y de los trabajadores: "El me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres." (Lc 4,18) Vayamos al pueblo para llevarles los socorros de la justicia y de la caridad.» (RSO 8/53)

Y se hacía esta resolución: «Predicaré, con el ejemplo y la palabra, el desapego, el amor a los pobres, la preocupación por la justicia social y privada.» (ASC 2/85; Cfr. ART 30-09-1902/3)

 

10. ORACIÓN (Vigilancia)

“Vigilen y oren para no caer en la tentación” (Mt 26,41; Cf. Cst. 76; CCE 2612, 2730, 2742, 2849)


El Padre Dehon decía: «No se combaten eficazmente las inclinaciones más que por las inclinaciones opuestas. Para enderezar el árbol torcido, inclínelo hacia el otro lado. - Para conducir la lucha de una manera vigilante, al orgullo se debe oponer la humildad. Hagámonos pequeños ante Dios y él nos levantará... A la seducción de las vanidades se debe oponer la modestia y el sacrificio, el sacrificio de la limosna, el sacrificio de las obras. He aquí, hermanos míos, el plan luminoso de la lucha cristiana. Aquel que lo siga será vencedor...» (DIS 9050079 / 15)

Y daba esta dirección espiritual: «Debemos protegernos de las tentaciones ocasionadas por la falta de vigilancia. - La calma en la que se encuentra un alma que ha escapado del demonio puede hacer nacer una seguridad peligrosa, si ella no está atenta en nutrir con cuidado las intenciones sobrenaturales en las cuales reside toda la fuerza de resistencia del alma. La tentación es a veces una prueba querida o permitida por Nuestro Señor para probar la virtud. Así fue como Tobías fue tentado porque él era agradable a Dios. Pero más a menudo, el origen mismo de la tentación y sus desarrollos vienen de un defecto de vigilancia. Esta tentación es la más común y la más peligrosa. Nuestro Señor nos ha prescrito rezar a su Padre para que él nos preserve: "Y no nos dejes caer en la tentación". Nuestro Señor nos ha advertido: "Velen y oren para que no caigan en tentación" [Mt ​​26,41]. Hay que rezar siempre y jamás desfallecer, ha dicho, porque no saben a qué hora vendrá el ladrón (cf. Mt 24,43). Estas son las advertencias solemnes repetidas a menudo por la Sagrada Escritura. Se trata de la salvación eterna. Esto es para el alma una cuestión de vida o muerte, porque nadie puede prever las terribles consecuencias de una caída grave, y con más razón de una recaída.» (ASC 8/117.119)


Transformando los Valores en VIRTUDES

La virtud es la encarnación operativa del valor. No se trata ya de ideales deseables o de bienes atractivos que yo puedo hacer realidad a través de acciones aisladas entre sí o esporádicas en mi conducta. La virtud le da estabilidad al valor y hace que su vivencia se prolongue en el tiempo. La virtud ayuda a vencer resistencias instintivas, emocionales o ambientales, a romper la indiferencia frente a los valores [+].

Cf. = cónfer, compárese
Cst = Constituciones SCJ (2009)
LG = Concilio Vaticano II, Lumen Gentium
GS = Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes
AA = Concilio Vaticano II, Apostolicam Actuositatem
CCE = Catecismo de la Iglesia Católica
DA = CELAM, Documento de Aparecida


Completar leyendo: 
[Lineas fundamentales de espiritualidad dehoniana]
[La vida de unión y oblación en el Catecismo]
[Los misterios de la vida de Cristo en clave dehoniana]