El origen de la mentalidad abortiva: la invitación a “cuidarse”

Recurrimos a la mirada de un filósofo para desentrañar la siguiente frase del Papa Francisco:
Con frecuencia la educación sexual se concentra en la invitación a «cuidarse», procurando un «sexo seguro». Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida. (Amoris Laetitia, 283)


Esto es un eco del pensamiento de Juan Pablo II: 
Estas prácticas tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egoísta de libertad que ve en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad. Así, la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar absolutamente, y el aborto en la única respuesta posible frente a una anticoncepción frustrada (Evangelium vitae, 13).


Proponer la mentalidad anticonceptiva como método para combatir la mentalidad abortiva es confundir la causa con el efecto. Es como tratar de apagar un incendio con fósforos. La mentalidad anticonceptiva no es la cura, sino la causa de la mentalidad abortiva.
Todo lo anterior ha sido ampliamente demostrado a través de innumerables estudios. 
  • En Inglaterra, por ejemplo, la Comisión Real sobre Población, observó que el número de abortos provocados era 8.7 veces más alto entre parejas que habitualmente practicaban la anticoncepción que entre aquellas que no lo hacían. 
  • En Suecia, luego que la anticoncepción fue totalmente sancionada por la ley, los abortos legales se incrementaron de 703 a 6,328 en 8 años. 
  • En Suiza, donde la anticoncepción casi no tenía restricción, se estimó que los abortos igualaron o excedieron en número a los nacimientos, y así sucesivamente. 
Tales cifras ofrecen una evidencia palpable de la denuncia que de Lestapis hizo, es decir, que el incremento de la anticoncepción no reduce la incidencia de abortos. En realidad, la anticoncepción tiende a establecer un “estado de mente anticonceptivo”, y conduce a absolver de responsabilidad por la concepción, lo que a su vez conduce a más abortos.

Consecuentemente Joseph Boyle pudo escribir en su artículo “La anticoncepción y la planificación natural de la familia” que 
“...El aprobar la anticoncepción conduce --aunque no en una forma directa y lógica-- a aceptar el aborto. La anticoncepción es un intento para evitar el surgimiento de la vida, y quien está en contra de la vida, es probable que permanezca en contra de ésta si una nueva e indeseada comienza. La determinación de evitar la llegada de un niño es a menudo lo suficientemente fuerte como para eliminar al niño cuya concepción no fue evitada.”

La Dra. Wanda Poltawska, psiquiatra y Directora del Instituto de Matrimonio y Familia en Cracovia, Polonia, escribe:
“Paradójicamente, mientras a la anticoncepción se le daba luz verde, el número de abortos se incrementó. Parece obvio que dondequiera que la mentalidad anticonceptiva prevalece, el aborto será el resultado lógico del fracaso de los métodos anticonceptivos. Por lo tanto, en países que admiten la anticoncepción para uso general, el incremento del número de abortos obliga a las autoridades a hacerlos legales. Esta segunda luz verde elevó el número de abortos a millones y millones cada año.”

En vista de las cifras señaladas por de Lestapis, y las tomadas de otras fuentes, John T. Nooman, (en su ampliamente aclamado libro sobre la historia de la anticoncepción), hizo la observación de que “era dañino crear la idea de que los hijos debían evitarse”. 
Esto es cierto, un médico Australiano R.S.J. Simpson, señaló que 
“la aceptación de la anticoncepción lleva consigo la certeza de que pronto tendrá que enfrentar una amplia fila de males individuales, familiares y comunales que son las consecuencias inevitables de una mentalidad anticonceptiva.”
Es importante recordar que el corazón o centro de la mentalidad anticonceptiva es un temor a algo que es perfectamente natural: los bebés. La mentalidad anticonceptiva actual, hace que este punto sea difícil de recordar puesto que el clamor popular de permitir a los adolescentes usar anticonceptivos cuando fornican, se basa en un deseo comprensible de reducir la incidencia del aborto en los adolescentes. 

La raíz histórica

Pero la raíz histórica del problema, lo que ha conducido a la crisis de los adolescentes, es el temor de las parejas casadas a que los actos sexuales fructifiquen. La raíz anti bebé fue traída a colación en forma sorpresiva cuando G.D. Searle y compañía estaba tratando de introducir en el mercado turco su anticonceptivo. El principal obstáculo fue el hecho de que no había una palabra para la anticoncepción en el lenguaje turco; por lo que la píldora fue introducida bajo el equivalente de “la píldora para no tener bebés.” Una ilustración más alarmante y directa de la esencia anti bebé se ofreció en Montreal por la Dra. Lise Fortier en 1980, en la reunión de la Federación Nacional del Aborto. Durante el banquete la Dra. Fortier declaró que “todos y cada uno de los embarazos amenazan la vida de las mujeres, y desde un punto estrictamente médico, cada embarazo debería ser abortado.”

La mentalidad anticonceptiva, que comienza con la disociación del acto sexual de la concepción, lógica e inevitablemente resulta en la disociación de la concepción de la vida. Como Malcolm Potts, primer director médico de la Federación Internacional de Planificación de la Familia, acertadamente, a pesar de su postura a favor de la anticoncepción, predijo en 1973: 
“Conforme la gente practique la anticoncepción; habrá un aumento y no una baja, en el porcentaje de abortos.” 
Era una predicción fácil a la luz de lo que había ocurrido en otros países. Para citar un ejemplo más, la investigación japonesa ha mostrado que las mujeres que han usado anticonceptivos, se practican seis veces más abortos que las otras.

El remedio



En efecto, hay acuerdo universal sobre que el aborto es altamente indeseable; pero repetidamente, como se mostró anteriormente, los oponentes del aborto, víctimas de la mentalidad anticonceptiva, defienden la indefendible tesis de que la anticoncepción reducirá los abortos. 

Sólo hay una forma de reducir el aborto: reduciendo su causa; la mentalidad anticonceptiva. Sólo se puede reducir, reconociendo que la procreación es buena, y repudiando la negación violenta de que en efecto es buena. Es seguramente ilógico y poco realista tratar de establecer una verdadera civilización humana en la cual cada ser humano tenga el derecho a vivir, si se propone la idea de reducir los abortos y al mismo tiempo se mantiene la convicción de que la consecuencia natural y procreativa del acto sexual no es buena. No podemos restaurar la civilización simplemente eliminando algo que es malo; ésta puede ser restaurada solamente cuando amemos y abracemos lo que es fundamentalmente bueno. Empecemos a construir una civilización humana no hacia atrás y desde las cenizas de una civilización calcinada, sino hacia adelante y desde la comprensión de que una nueva vida es un bien.

El filósofo existencialista ruso, Nicolás Berdyaev, está en lo correcto al decir que 
“si no se diera a luz, la unión sexual degeneraría en algo inmoral. Es precisamente la posibilidad de invocar una nueva vida lo que eleva el acto sexual a un nivel supra personal y trascendente, y da a la pareja la seguridad de que su compromiso es verdaderamente compartido y no algo que pertenece exclusivamente a uno o al otro.”
Dicho en otra forma; es mucho más lógico y realista provocar un cambio completo en la sociedad al enseñar a los hombres a ser virtuosos, puesto que la virtud es la perfección de algo natural, que provocar la misma revolución o cambio, siendo indiferente a la virtud y tratando de suprimir las malas consecuencias de los vicios del hombre a través de invenciones tecnológicas. Esto no quiere decir que se llega a una sociedad virtuosa o civilizada fácilmente, en realidad su logro demanda el desarrollo y la fusión de intereses de todos los hombres talentosos. Esta es la única forma lógica y realista. La conclusión esencial de Huxley, Orwell y otros, fue que el enfoque tecnológico y amoral, produce una pesadilla social deshumanizada.

Si se lee el libro de Westhoff, From Now to Zero (1968) veremos que escribe líricamente sobre la “sociedad perfecta anticonceptiva” y describe la anticoncepción como “completamente efectiva” y “completamente aceptable”, el lector sensato no queda impresionado con el realismo del autor, sino que por el contrario, se confunde con el desconocimiento aparente y total de la vida real y de la naturaleza de la condición humana. En verdad, la sociología moderna es en este aspecto indistinguible de la ciencia ficción (es decir, de la mala ciencia ficción).

El hombre realista descubre que el placer sexual separado de la procreación no brinda la felicidad que promete, debido a que falla al no corresponder a las reglas interiores de la sexualidad. Estas reglas demandan entereza, integridad, entrega y fructificación. No importa cuán gratificante pueda ser una relación sexual recíproca. Si el drama y misterio de la procreación no se celebra, al menos simbólicamente, las personas (parejas) se desilusionarán el uno del otro, e inevitablemente pondrán su interés en otros con la secreta esperanza de que la próxima vez encontrarán una relación que les brinde la profunda realización que ellos buscan.

El realista se interesa en las dificultades de enseñar o vivir bajo principios, combatidos por los poderes más influyentes de la sociedad. Aunque en principio estos poderes no nos impiden distinguir por una parte entre la verdadera naturaleza de nuestra responsabilidad sexual y por la fraudulencia de la mentalidad anticonceptiva común por la otra parte, si hacen las cosas más difíciles. Con todo, una distinción clara entre la realidad y el engaño sería suficiente para inaugurar una revolución moral.

Se cuenta la historia de un grupo de pescadores que estaban preocupados por la merma en su recolección de almejas. Cuando supieron que su cosecha estaba siendo destruida por estrellas de mar, aplicaron una solución razonable al problema; transportaron las estrellas al bote, las cortaron a la mitad y las devolvieron al mar. A pesar de esto, quedaron asombrados al descubrir que mientras más estrellas de mar ellos seccionaban, más almejas perdían. Su error fue el no entender la naturaleza real de su enemigo, ya que las estrellas de mar tienen la capacidad de regenerarse, los pescadores en realidad aumentaron su problema creyendo que lo solucionaban. En efecto, ellos mismos llegaron a ser sus propios enemigos.

Esta historia es una parábola para combatir el aborto. En la medida que el aborto tenga éxito en la mentalidad anticonceptiva, nosotros lucharemos en su contra de forma realista trabajando para eliminarla en vez de redoblar esfuerzos para intensificarla. Pero este primer paso --la evaluación real del enemigo-- es un paso que la sociedad aún no ha tomado. En verdad, en este momento la mayoría de los indicadores muestran que esta mentalidad preferiría “ser destruida antes que cambiar”.

Donald DeMarco, Ph.D. es profesor asociado de filosofía del St. Jerome College, en Ontario, Canadá. Ha escrito cientos de artículos y varios libros.