Los tres momentos del itinerario formativo de la Pastoral Juvenil


Para que la correlación entre las experiencias humanas y las experiencias de fe pueda avanzar adecuadamente hay que respetar los pasos del método propio de la educación de la fe:
  1. Interiorizar. Consiste en incorporar al núcleo de nuestra persona lo que hemos descubierto como valioso para que pueda influir en nuestras decisiones cotidianas. Nada se puede incorporar si antes no se ha encontrado, y nada se encuentra si antes no se busca. Qué fácil es educar a personas que no están plenamente satisfechas de sí y, en consecuencia, buscan nuevas respuestas. 
  2. Buen educador de la fe es el que presenta el mensaje cristiano al tiempo que suscita las preguntas adecuadas para que aquel sea valorado y acogido. 
  3. Jerarquizar. Las sensibilidades, las relaciones y los ideales que vamos descubriendo no se incorporan de forma aditiva, sino estructurada. Lo valioso de la vida suele incluir un criterio de opción preferencial, que nos hace anteponer una cosa a la otra, o incluso prescindir de algo en nuestro perspectiva ética. La jerarquización se expresa en la ordenación de los valores conforme el Evangelio. Sabemos que los valores que Jesús presenta como liberación personal y fermento del mundo son: el ser frente al tener, el servir frente al dominar, y el compartir frente al competir. 
  4. Para que estos valores sean posibles es necesario fundamentar la existencia en el Padre de todos, poner los ojos en la utopía de que algún día todos seremos hermanos, y optar por el compromiso con los más necesitados. 
  5. Socializar. Es la manifestación celebrativa y comprometida de lo que hemos interiorizado y ordenado. Lo que hemos descubierto nos ha dado tanta alegría y nos sentimos tan plenamente humanizados que no podemos menos de alabar y bendecir a Aquel de quien todo viene, y de mirar comprometidamente a aquellos que podemos ayudar a sentirse como nosotros. Cuando el corazón está lleno de novedad y sentido, la boca habla, los ojos miran con novedad al futuro y las manos se agarran a la tarea. 
Celebrar y comprometerse son dos caras de la misma realidad: la expresión de que hemos encontrado el "tesoro o la perla escondida" de los que habla el Evangelio.
    Basado en un artículo del Diccionario de Pastoral y Evangelización