El Emmanuel ha venido como Rey de justicia y paz

Si la verdad fuera sólo una fórmula matemática, en cierto sentido se impondría por sí misma. Pero si la Verdad es Amor, pide la fe, el «sí» de nuestro corazón.


Y, en efecto, ¿qué busca nuestro corazón si no una Verdad que sea Amor?
  • La busca el niño, con sus preguntas tan desarmantes y estimulantes; 
  • la busca el joven, necesitado de encontrar el sentido profundo de la propia vida;
  • la busca el hombre y la mujer en su madurez, para orientar y apoyar el compromiso en la familia y en el trabajo; 
  • la busca la persona anciana, para dar cumplimiento a la existencia terrenal.
El «Emmanuel», el Dios-con-nosotros, ha venido como Rey de justicia y de paz. Su Reino —lo sabemos— no es de este mundo, sin embargo, es más importante que todos los reinos de este mundo. Es como la levadura de la humanidad: si faltara, desaparecería la fuerza que lleva adelante el verdadero desarrollo, el impulso a colaborar por el bien común, al servicio desinteresado del prójimo, a la lucha pacífica por la justicia.
fuente